lunes, 31 de enero de 2011

Cambiando la forma de viajar

Fui picada por el bichito de los viajes. Todo es culpa de mi padre. Mi padre sólo había ido a Mendoza hasta que a los cuarenta y tantos años por la pega lo mandaron a un par de países europeos. Se volvió tan loco que años después dejó la pega para independizarse y así tener más tiempo de viajar. Hoy, a los 67 años ha viajado a 107 países, que según Travelbuddy es el 48% de mundo, lo que a mí papá lo dejó muy deprimido porque no era ni la mitad del mundo.
Gracias al bichito y su gentil auspicio en muchas oportunidades, yo llego a 23 países, un tierno 11%. Si tengo plata ahorrada siempre pienso en viajar, creo que es la plata mejor invertida. Conoces culturas y costumbres que te dan perspectiva, te emocionas con lugares y parajes bellos o distintos. Veo fotos en facebook de países exóticos por dónde pasan amigos y se me hace agua la boca. Daniel no tiene ese bichito. Cuando vemos fotos o programas de viajes le pregunto, ¿pero no te gustaría ir para allá? y me dice que para qué si lo está viendo. Una vez que el está en otro país es feliz recorriendo tranquilo pero si no hubiera ido estaría igual de feliz.


viernes, 14 de enero de 2011

Carta de Renuncia

En el verano del 2009
El último verano que trabajé entreteniendo a alumnos
Hoy presenté mi carta de renuncia en la universidad en que trabajo. Bueno, trabajaba. Esperé a que me llegara el último cheque del postnatal y me senté a escribirla. En la carta digo, básicamente, gracias, todo ha sido muy bonito, pero en realidad no puedo trabajar porque no puedo pagar sala cuna. Lo que es verdad. De hecho, saldría para atrás.
En fin. Si bien me fui con las puertas abiertas, disponible para trabajo desde la casa y reemplazos esporádicos, me importó poco. Adoro a mi jefa/amiga (que ahora es amiga solamente, con quien tomamos vino juntas, vamos a ver pelis, salimos a comer) pero nunca en mi vida, corta vida laboral, había trabajado en algo tan poco desafiante, que exigiera el mínimo esfuerzo y cabeza. Y además fue bastante frustrante en la medida que por distintas razones era un lugar tan despelotado, donde sólo con un par de buenas ideas y organización se podrían hacer maravillas. Desde que entré, en marzo de 2008, los sentimientos más generalizados han sido de impotencia y lata.

viernes, 7 de enero de 2011

Adiós al carrot cake

O gracias lactancia por favor concedido

image Mi primera dieta la hice a los 12 años. No sé como mi mamá me dejó. Me compré un libro en una “feria artesanal” que era algo así como baje 5 kilos en 5 días. Llegué al día 2. Al día 3 ya estaba tiritando y al borde del desmayo.
Y no era gorda.
Siempre fui más grande que mis compañeras que eran bien esqueléticas. Me pegué el estirón primero, me salieron pechugas primero y creo que eso me hizo sentir gorda de chiquitita.
No puedo haber sido gorda. Jugaba hockey 6 días a la semana. 4 días de entrenamiento y dos días con partidos. Pero era grandota, con unas piernototas que me daba vergüenza jugar con falda y sacarme la foto de equipo.

domingo, 2 de enero de 2011

Años Nuevos

100_0656 Parece que nunca me han gustado los años nuevos. Siempre he sentido una presión estúpida de que hay que pasarlo increíble para el año nuevo porque así sería el año, que tenía que ser la fiesta de tu vida, y no poder participar de las celebraciones porque o no me daban permiso o mis padres me ponían la cara más larga posible si no lo pasaba con ellos. O sea, el año nuevo al final era una mezcla de lata, frustración y culpa.
Inconscientemente siempre he buscado la fiesta inolvidable, los momentos especiales en la noche de año nuevo. Una boludez. Innecesario.
Lo único que me quedaba era pasar el año nuevo en familia: comer, ver unos programas lateros de recuentos en la tele (creo que no hay nada que odie más que eso) con unas fiestas de disfraces lateras que obviamente fueron filmadas hace tiempo, darnos abrazos y siempre primero a mi papá o mi tata, ver fuegos artificiales en la tele (sin gracia) y para la casa. Ya más grande y con permiso, después de las 12 podía hacer algunas cosas. Y pasé por todo: pasar el año nuevo caminando de un carrete a otro y al final sin hacer nada, la fiesta mal promocionada donde al final no hay nadie, el carrete que no prende nunca, la fiesta en que me desmayo por ver tanta multitud (o porque no estaba pasándolo muy bien, pero no de curada). Cueks, unos tras otros. Siempre soñaba con partir a la playa, hacerla tranqui, pero mi mamá siempre insistía en que pasáramos las 12 todos juntos.