Enzo durmiendo post papa |
También estaba enterada y consciente que podría ser difícil para mí también por sentir cómo tu hijo ya no depende de ti. Eso último lo encontraba un poco una boludez. Yo siempre he querido criar a un bebé independiente y mientras menos señales de mamonería presente mejor por mí y él. Y he estado feliz de que está dando resultado: que sea explorador, aventurero, que pueda pasar tiempo jugando solito, que no pida brazos. Uno se los da, por supuesto, y uno juega con él en el suelo haciendo leseras y le da mucho cariño, pero también le doy el espacio y la confianza para que aprenda a hacer las cosas solito.
Dar papa nunca fue un problema. De verdad que al principio ni tú ni el bebé saben tomar y puede ser complicado porque puedes tener dolor, mucha o poca leche, heridas, vergüenza de tener que amamantar en público; una infinidad de cosas que a cualquier mujer pueden llevar a abandonar la tarea. Pero ES lo mejor para tu hijo. Es, creo yo, a menos que hayan problemas físicos, egoísmo privar al bebé del mejor alimento y medicina que le puedes dar. También es ser corto de mente, porque los beneficios a largo plazo son demasiados. Pero cada caso es distinto y no hay que juzgar, pero vale la pena el esfuerzo.
Y la verdad es que, a final de cuentas, después lo extrañas. Los primeros meses, como me decía mi marido, eres una vaca lechera, tu día se te va amamantando y ya que es tu única función es bueno trabajar sólo para eso. Así como una modelo debe comer sano e ir al gimnasio a tonificar, una madre nodriza debe descansar lo más posible y comer sano también. Después con el tiempo, van disminuyendo las veces al día que amamantas y el tiempo que el baby pasa en la pechuga. Y cuando llegan los 6 meses y tu hijo empieza a comer sólidos, amamantar es más cómodo, sólo dos o tres veces al día y por poco tiempo, así que se convierte en un momento de regaloneo con tu hijo y te flexibiliza mucho más el día si es que quieres hacer cosas fuera de la casa.
Aún así, el amamantar siempre está presente en tu agenda del día, sin días de descanso. Un día que no amamantas, no sólo terminas con las pechugas a punto de explotar sino que también puede bajar la producción lo que es muy decepcionante para el bebé (como ir a un restaurante y salir con hambre). Salir por largos ratos implica sacarse leche, que es un tedio (no puede creer que lo hice por 10 meses) y restringir tus actividades (sobre todo si eres viciosa como yo, que disfruto mi cigarro y mi vino al final del día).
Y muchas nuevas mamás temen a la falta de sueño que amamantar les va a traer. En realidad, eso nunca fue un gran problema. No voy a decir que lo disfruté. Al principio, de verdad que ni distinguía entre el día y la noche porque era 24/7. Pero cuando el Enzo se despertaba una vez en la noche, hasta lo disfrutaba: levantarme para calmar a mi guagüito y tener 10 minutos de cariños. Después caer dormida no era problema. En realidad, nunca despertaba completamente.
Mis mejores recuerdos de amamantar son de los últimos meses, cuando el Enzo ya comía y teníamos tres momentos de pechuga al día. En la papa de la mañana y la noche, normalmente el Enzo y yo nos quedábamos dormidos. Era tan rico ver como de su emoción inicial y después ver y sentir como de a poco se iba relajando y cayendo dormido. Es el único momento en que se dormía en mis brazos (sólo duerme en su cuna o el coche) y lo disfrutaba montones. Normalmente yo caía en la mañana y en la noche a veces. Cuando yo no caía me dedicaba a mirarlo, a hacerle cariño, a disfrutar su cara hermosa de paz y de seguridad. A veces se me iba casi una hora en esa contemplación, en disfrutar ese momento íntimo sin que nada más sea importante para que se acabe.
Y cuando fuimos sacando las papas de a poco, pasó que cuando saqué la segunda se me acabó la leche muy rápido. Cuando le saqué la papa de la noche (primero sacamos la de la tarde, luego la de la noche y después la de la mañana), me imaginé que Enzo podría extrañar la pechuga y me llamaría a gritos. Acordamos con Daniel que él le daría la leche de mamadera y cuando terminara yo entraría a ofrecerle un poco de mi leche y así aprovechaba de despedirme de ese momento íntimo de a poco. Estaba atenta, esperaba los gritos desesperados, sobretodo porque estaba un poco acostumbrado a caer dormido mientras amamantaba. Y Daniel aparece y me dice que no es necesario que entre porque ya está dormido. Y en la mañana, duró 30 segundos en la pechuga y por mucho que intentara los días que vinieron, dejó de tomar.
Me dio pena. Porque no me despedí. Me gusta acordarme y documentar acá esos momentos de siesta y de descanso para los dos, la plenitud del momento y la intensidad también, porque estás alimentando y dándole seguridad a tu hijo. Me entusiasmaba mucho dejar de amamantar, por la flexibilidad que iba a tener, porque Enzo ya sería un niño y empezaríamos una nueva etapa. Pero quería mi despedida, quería mis lágrimas (que caen ahora en un café, ¡que plancha!) despidiendo a Enzo bebé y dándole la bienvenida a Enzo niño. Quizás quería la despedida como algo simbólico, para atesorar y cerrar el año más intenso de mi vida, dónde dejé de ser el centro de mi vida, y la seguridad y felicidad de mi hijo vino primero.
Con la pena vino la alegría también. No tengo, hasta ahora, mejor indicador que Enzo está creciendo cómo creemos que es mejor para él: con independencia y confianza en si mismo. Que no haya reclamado leche materna, sólo demuestra, que no depende de nada externo para sentirse seguro y feliz.