St. James Park en otoño |
Pero hoy fue distinto. Hoy fue un día de trámites. Fui a Londres a inscribir a Enzo al consulado, para que tenga su RUT y sea chileno, porque hasta ahora, el pobre no es ni de aquí ni de allá. Y a última hora decidimos que fuera yo sola. Sin pensar en coches, en mudas, en dar papa quizás donde, en llantos en lugares imprevistos, etcétera. Lo único que tenía que planificar era dejar leche para el niño y pensar en dónde sacarme leche en la mitad de todo. Y así, además, Daniel podía descansar y regalonear tranquilo con Enzo y estudiar mientras nuestro heredero duerme.
Todo con tiempo. Caminé a la micro, en la estación llena–recién pasada la hora peak- compré mi boleto, me compré mi café (skinny decaf latte para la ñora), saqué plata del cajero. Para todo hice cola. Luego a esperar el tren que llegó tarde y estaba lleno. De pie, me tomé mi café, hice mi evaluación de los hombres y mujeres alrededor (hombres minos, interesantes, feos, fomes, raro y mujeres flacas, gordas, bien y mal vestidas), saqué mi Kindle (tenía que decirlo) y leí mi libro. Luego el metro de Londres repleto, lleno de cabros chicos porque están en vacaciones y los padres y/o abuelos deben hacer algo con ellos (TODOS se bajaron en la estación de los museos). Luego caminar al consulado. Estaba al lado de St. James Park -que es el parque frente a Buckingham Palace- y tenía 40! minutos todavía para mi cita con el secretario consular. Caminé al parque, me senté y miré los bellos rasgos otoñales, el viento no tan frío, me fumé un par de cigarros y hablé con mi amiga Sarah por teléfono. Luego partí a mi cita.