lunes, 22 de noviembre de 2010

Cambio de casa

El otro día miraba en Facebook las fotos de una amiga lejana que se acaba de cambiar de casa. Una casa bastante espectacular, con quincho, piscina y todo en un estilo medio rústico bien lindo (se casó bien la cabra). Por Facebook también me enteré de su pololeo, de unas vacaciones espectaculares por Sudamérica y Estados Unidos; de cuando se comprometió y cuando se casó. Yo a ella la conocí cuando trabajábamos en una tienda en el Parque Arauco, hace casi 10 años, teníamos amigas en común y nos caíamos muy bien. Ella me hacía reír mucho porque es histriónica y divertida. Siempre la recuerdo con mucho cariño. Y ha pasado el tiempo y de recién salida del colegio, ahora me enteraba de su cambio de casa y pensaba en toda el agua que ha pasado bajo el puente, con un poco de nostalgia y mucha alegría.

Y hay algo en los cambios de casa que me gustan mucho. Tiene su lado feo. Es un momento bastante estresante. Armar cajas, desarmar cajas, tratar de encontrar las cosas, en fin, una seguidilla de tareas exhaustivas que no tienen nada de entretenido. Y hay una ansiedad enorme todo el rato por hacer todo rápido porque queremos estar instalados en el momento que entramos al nuevo hogar. Y no es así.

Pero cambiarse de casa siempre viene con un mar de ilusiones y proyectos nuevos que comenzamos a construir. Y cada casa que dejamos cierran una etapa que tuvo momentos buenos y malos y nos hace evaluar. Eso es lo que me gusta. Despedir una etapa y comenzar una nueva, con mariposas en la guata por lo desconocido que se viene por descubrir. Es soñar y construir. (Me acuerdo de George Costanza en Seinfeld que vuelve a la casa de sus padres ya entrado los treinta y tantos. En ese caso, y en varios más, el cambio de casa es más bien un retroceso que hay que aceptar con resignación, eso sí.)

Mar del Plata: el sueño de la independencia



Mi primer departamento sola era un departamento nuevo de un dormitorio en Providencia. Venía de la casa de mis padres que era gigante y seguramente mi departamento era del mismo porte que la pieza de mi hermana chica (la muy "bitch" ganó con la pieza más grande por ser concho. Yo compartía la pieza con ella pero estaba tan desesperada por una pieza para mí sola que yo tuve que salir de ahí). Pero daba lo mismo. Era mi primer "depto", y con eso los sueños de mi nido de amor, mi club social, mi espacio para mí sola. Todavía me acuerdo cuando me entregaron las llaves y fui al supermercado y a Sodimac y compré de todo y pedí pizza y la comimos en el piso con Daniel. En esa época, nada era más placentero que llegar después de la pega o la U, tomarme una copa de vino viendo "Los Treinta" o "La Granja". Además, me iba a pata a la pega o a Provi, recibía amigos como si fuera una sitcom, conversaba con los conserjes, le sacábamos el jugo a la piscina en días de calor, y lo mejor de todo es que tenía calefacción gratis. Algo pasaba, pero el medidor no funcionaba. Lo único malo era que el vecino llevaba putas a la casa, normalmente días de semana, y a las 3 AM me despertaba con gemidos bastante poco genuinos. Y Daniel se fue a vivir conmigo unos meses después. Y fue nuestra marcha blanca antes del matrimonio y nos embalábamos agasajando amigos con delicias y tertulias hasta las altas horas de la madrugada. Era como un talk show.

Pocuro: el sueño de la casa propia



llaves recién entregadas
Celebrando la mudanza con el equipo mudador
Luego vino Pocuro. Ese es mi depto. Un día que estaba con licencia me puse las pilas y empecé a leer los avisos del diario para empezar a construir el proyecto de casa propia. Vimos varios pero no muchos, pero entramos y dijimos "este es". No queríamos ver más. También en Providencia, frente a la ciclovía, con un espacio enorme, 4 dormitorios, 3 baños. Y era el espacio lo que más queríamos. Era una casa pero en un cuarto piso. No tiene ascensor así que había que aperrar no más con las escaleras. Hay hartos cambios que hacerle. Cuando estoy nostálgica y con tiempo muerto me dedico a imaginarme la cocina que quiero hacer, la alfombra que quiero poner, el color de las piezas, la nueva distribución que tendremos ahora con Enzo. Nunca le hicimos muchos cambios porque fue, de alguna forma, un departamento interino. El momento que nos cambiamos, Daniel estaba postulando a las becas y luego salió, por lo que sólo estuvimos un año. Un año bastante tramitado, con hartos carretes, miles de despedidas. No pudimos disfrutarlo como correspondía, lo del sueño de la casa propia. Ahí queríamos instalarnos, hacer hogar, no habíamos pensado en hijos pero ya me imaginaba más vieja ahí, siempre con Daniel en las cosas más dulcemente domésticas: cocinando, leyendo el diario después de almuerzo los sábados, viendo películas, recibiendo amigos. Cuando estuvimos en Chile desocuparon el depto y teníamos que arrendarlo, así que aprovechamos de jugar con la idea de cómo distribuirlo, qué arreglar. Y ahora ahorro plata para poder hacer esos sueños realidad incluyendo una cafetera de lujo.

Grange Avenue: el hogar no hogar

La entrada a GA

En Inglaterra sólo sabíamos que Daniel estudiaría y tendríamos poca plata. Llegamos sin casa y la primera y única que vimos la arrendamos. Estaba en el rango de precios para lo que era (un dormitorio) y se veía bastante bien, sobretodo porque era espaciosa. Lo único que nos causaba sospechas era que no estuviera arrendada, porque todo lo que veíamos ya estaba tomado. Pasaron los meses y era un lugar bastante espectacular guardando las proporciones. Todo funcionaba y nuestro "landlord" era de lo más ejecutivo y problemilla que tuvimos lo solucionó altiro. Este departamentito daba a un callejón y estaba en una esquina de mucho "take away" y quizás ahí estaba el único pero: pasaban cosas muy cuáticas ahí, entre curaditos escandalosos, drogados e inmigrantes escapando de la ley. Aquí tratábamos de armar hogar. Y nunca se sintió así. Siempre como algo temporal. Este fue más nido de amor que otra cosa, nada de andar agasajando a muchos amigos porque no estaban, pero nos agasajábamos el uno al otro, con comidas, conversaciones de pucho y vino, regaloneos, viajes, paseos y muchas, muchas películas. Este fue el lugar donde comenzó nuestro sueño de vivir en Inglaterra, descubrir las costumbres y su gente, hacer amigos nuevos, Daniel de estudiar, yo de trabajar en lo que sea y de terminar mi tesis en Chile. Vivimos 2 años aquí, más que en cualquier otro lugar que hemos vivido juntos o solos. Ha sido el lugar donde más nos hemos conocido, creo yo.

Blenheim Gardens: esperando a Enzo y viéndolo crecer

Esperando las llaves

Quizás es falta de paciencia, pero también vimos esta casa y decidimos arrendarla al toque. Vimos una sola propiedad antes. Recuerdo estar parados afuera esperando al agente y Daniel diciendo que sentía que "esta era". Y lo fue. Piso de madera, dos chimeneas (deshabilitadas por supuesto) victorianas, dos dormitorios grandes, una cocina archi-iluminada y un pequeño patio. Como dicen acá, "tiene carácter". Esta ha sido la propiedad donde más ilusión ha habido al momento de arrendarla: acá nacería Enzo. Acá pasé mis últimos meses de embarazo haciendo yoga y tratando de no caerme por la escalera, y más que cualquier cosa, acá nació Enzo, en el dormitorio principal. Y acá lo hemos visto crecer. De dos pasamos a tres y de creer que teníamos mucho espacio, ahora estamos llenos de cosas de guagua (lo que es bien apestoso. Por eso, cada vez que Enzo se duerme escondo todo para tener nuestro momento baby-free).

Una vez hice un mapa conceptual de mi vida con Daniel. Los grandes nodos eran presente, pasado y futuro y se subdividían en lugares donde hemos vivido, vivimos, vamos a vivir. Es tan fundamental el lugar donde vivimos. Un pequeño ejercicio de memoria, recordando momentos importantes y no tan importantes también, felices o infelices y siempre están amarrados al lugar donde vivimos. Ahora sueño con Pocuro, donde Enzo crecerá, donde nosotros entraremos en la vertiginosa vida laboral, donde envejeceremos rodeados de familia y amigos, siempre con una excusa para celebrar. Pienso en las caminatas a Provi el fin de semana, a dar vueltas por las tiendas y parar a tomar un helado.

Y por mientras el construimos el presente y el futuro cercano es Blenheim Gardens. Son tantas las cosas aún que van a pasar por acá: Daniel terminará su doctorado y yo estaré dedicada a criar a Enzo, pasaremos nuestra primera Navidad solos, muertos de frío, Enzo caminará, cumplirá su primer año, nos despediremos de nuestros amigos de acá y de una vida en que más tiempo que nunca lo hemos podido dedicar a nosotros.

Esto es lo que acumulamos viviendo dos años en un depto amoblado


 

No hay comentarios: