domingo, 8 de mayo de 2011

Destete

Enzo Durmiendo rico 27 diciembre 7 m
Enzo durmiendo post papa
En esto de la maternidad pensaba dar leche hasta el año, porque se supone que es lo mejor para el baby. Mi plan era de a poco sacar una papa a la vez, cosa que para el primer cumpleaños ya estuviera destetado. Fue toda una planificación con calendario en mano y todo, leyendo sobre lo difícil que puede ser para los guagüitos el destete porque más que la leche, en la pechuga sienten la seguridad.
También estaba enterada y consciente que podría ser difícil para mí también por sentir cómo tu hijo ya no depende de ti. Eso último lo encontraba un poco una boludez. Yo siempre he querido criar a un bebé independiente y mientras menos señales de mamonería presente mejor por mí y él. Y he estado feliz de que está dando resultado: que sea explorador, aventurero, que pueda pasar tiempo jugando solito, que no pida brazos. Uno se los da, por supuesto, y uno juega con él en el suelo haciendo leseras y le da mucho cariño, pero también le doy el espacio y la confianza para que aprenda a hacer las cosas solito.
Dar papa nunca fue un problema. De verdad que al principio ni tú ni el bebé saben tomar y puede ser complicado porque puedes tener dolor, mucha o poca leche, heridas, vergüenza de tener que amamantar en público; una infinidad de cosas que a cualquier mujer pueden llevar a abandonar la tarea. Pero ES lo mejor para tu hijo. Es, creo yo, a menos que hayan problemas físicos, egoísmo privar al bebé del mejor alimento y medicina que le puedes dar. También es ser corto de mente, porque los beneficios a largo plazo son demasiados. Pero cada caso es distinto y no hay que juzgar, pero vale la pena el esfuerzo.
Y la verdad es que, a final de cuentas, después lo extrañas. Los primeros meses, como me decía mi marido, eres una vaca lechera, tu día se te va amamantando y ya que es tu única función es bueno trabajar sólo para eso. Así como una modelo debe comer sano e ir al gimnasio a tonificar, una madre nodriza debe descansar lo más posible y comer sano también. Después con el tiempo, van disminuyendo las veces al día que amamantas y el tiempo que el baby pasa en la pechuga. Y cuando llegan los 6 meses y tu hijo empieza a comer sólidos, amamantar es más cómodo, sólo dos o tres veces al día y por poco tiempo, así que se convierte en un momento de regaloneo con tu hijo y te flexibiliza mucho más el día si es que quieres hacer cosas fuera de la casa.
Aún así, el amamantar siempre está presente en tu agenda del día, sin días de descanso. Un día que no amamantas, no sólo terminas con las pechugas a punto de explotar sino que también puede bajar la producción lo que es muy decepcionante para el bebé (como ir a un restaurante y salir con hambre). Salir por largos ratos implica sacarse leche, que es un tedio (no puede creer que lo hice por 10 meses) y restringir tus actividades (sobre todo si eres viciosa como yo, que disfruto mi cigarro y mi vino al final del día).
Y muchas nuevas mamás temen a la falta de sueño que amamantar les va a traer. En realidad, eso nunca fue un gran problema. No voy a decir que lo disfruté. Al principio, de verdad que ni distinguía entre el día y la noche porque era 24/7. Pero cuando el Enzo se despertaba una vez en la noche, hasta lo disfrutaba: levantarme para calmar a mi guagüito y tener 10 minutos de cariños. Después caer dormida no era problema. En realidad, nunca despertaba completamente.
Mis mejores recuerdos de amamantar son de los últimos meses, cuando el Enzo ya comía y teníamos tres momentos de pechuga al día. En la papa de la mañana y la noche, normalmente el Enzo y yo nos quedábamos dormidos. Era tan rico ver como de su emoción inicial y después ver y sentir como de a poco se iba relajando y cayendo dormido. Es el único momento en que se dormía en mis brazos (sólo duerme en su cuna o el coche) y lo disfrutaba montones. Normalmente yo caía en la mañana y en la noche a veces. Cuando yo no caía me dedicaba a mirarlo, a hacerle cariño, a disfrutar su cara hermosa de paz y de seguridad. A veces se me iba casi una hora en esa contemplación, en disfrutar ese momento íntimo sin que nada más sea importante para que se acabe.
Y cuando fuimos sacando las papas de a poco, pasó que cuando saqué la segunda se me acabó la leche muy rápido. Cuando le saqué la papa de la noche (primero sacamos la de la tarde, luego la de la noche y después la de la mañana), me imaginé que Enzo podría extrañar la pechuga y me llamaría a gritos. Acordamos con Daniel que él le daría la leche de mamadera y cuando terminara yo entraría a ofrecerle un poco de mi leche y así aprovechaba de despedirme de ese momento íntimo de a poco. Estaba atenta, esperaba los gritos desesperados, sobretodo porque estaba un poco acostumbrado a caer dormido mientras amamantaba.  Y Daniel aparece y me dice que no es necesario que entre porque ya está dormido. Y en la mañana, duró 30 segundos en la pechuga y por mucho que intentara los días que vinieron, dejó de tomar.
Me dio pena. Porque no me despedí. Me gusta acordarme y documentar acá esos momentos de siesta y de descanso para los dos, la plenitud del momento y la intensidad también, porque estás alimentando y dándole seguridad a tu hijo. Me entusiasmaba mucho dejar de amamantar, por la flexibilidad que iba a tener, porque Enzo ya sería un niño y empezaríamos una nueva etapa. Pero quería mi despedida, quería mis lágrimas (que caen ahora en un café, ¡que plancha!) despidiendo a Enzo bebé y dándole la bienvenida a Enzo niño. Quizás quería la despedida como algo simbólico, para atesorar y cerrar el año más intenso de mi vida, dónde dejé de ser el centro de mi vida, y la seguridad y felicidad de mi hijo vino primero.
Con la pena vino la alegría también. No tengo, hasta ahora, mejor indicador que Enzo está creciendo cómo creemos que es mejor para él: con independencia y confianza en si mismo. Que no haya reclamado leche materna, sólo demuestra, que no depende de nada externo para sentirse seguro y feliz.
Picnic en Palmer Park (88)-1

jueves, 7 de abril de 2011

Viejo de Mierda: Mi historia de acoso sexual

Esto lo escribo inspiarada por James Hamilton, el médico cirujano abusado sexualmente y psicológicamente por un cura, que se atrevió a hablar después de años e incluso de tratar a un Monseñor de criminal al ser cómplice de un cura pedófilo. Para que estas cosas no pasen. Para proteger a sus hijos.
Yo fui acosada sexualmente en la universidad (de Chile) por un profesor muy reputado que en paz (o no) descansa. Su nombre es Enrique Sandoval Gessler. Nunca hablé más que con mi círculo cercano, ni lo denuncié, ni nada. En realidad ahora que lo hablaba con mi marido, nunca lo hice porque estaba más preocupada de terminar la carrera sin atados, sin pensar en que quizás a alguien más le podía pasar, a alguien con menos confianza y seguridad que yo. Y escuchando al Sr. Hamilton, creo que estuvo mal, aunque es normal callar por miles de motivos. El habló después de varios años, tantos, que en el sistema de justica antiguo el crimen prescribió.
Hablando con compañeros pensábamos en tener una especie de taller literario, porque en la carrera o en la facultad no había nada parecido a eso. Y habíamos unos cuantos que escribíamos cosas. Yo les contaba de mis experiencias armando revistas en el colegio y los enganchaba.
Y así me acerqué al profesor. Me llevaba relativamente bien con él. Encontraba que estaba motivado por cosas extraprogramáticas e incluso organizamos una salida al teatro. Lleve a mi mamá esa vez, recuerdo, quien también fue alumna de él hace millones de años. Esa vez me acuerdo que le hablaba a mi mamá de mí, de lo fantástica que yo era, etcétera. Nada del otro mundo, nada que mi mamá tomara como algo distinto a un profesor hablando bien de su alumna. Yo lo encontraba muy hablador y halagador y me incomodaba un poco, pero nada contra él.
En ese semestre le propuse lo del taller literario y me invitó a tomar café al Au Bon Pain de Providencia. Ahora que hago memoria, yo le propuse juntarnos en el casino de la U y él me propuso ir a otra parte. Yo, la imbécil, lo encontré muy gentil, porque de verdad quería darse el tiempo fuera de la Universidad para conversar de mi proyecto. Nos juntamos y la cosa se puso incómoda al tiro. Le llevé las revistas que yo había hecho en el colegio y le empecé a contar de mi plan, pero inmediatamente me empezó a hacer preguntas de mí, de qué cosas me gustaban y me empezó a dar regalos, una libreta para que escribiera y creo que un calendario. Yo defraudada de no poder hablar de lo que quería y bastante incómoda con la atención, decidí dar por terminada la reunión. A la salida, me puso la mejilla para que le diera un beso, cosa que uno no hace con profesores, pero yo puse mi mejilla también y me corrió la cara. No hubo cuneteo, y yo de incomodidad me reí y le di la mano y me fui.
Quizás di todas las malas señales: aceptando salir con él, aceptando regalos, hablar de mí, ofrecerle la mejilla. Sé que esto no hubiera pasado si no hubiera sido tan ingenua, pero ¿qué podía tener de malo? si lo que nos convocaba, al menos a mí, era un proyecto de taller literario y él, además, era un tatita. Yuk!
Hasta ahí, todo era una incomodidad no más y obviamente se me acabó el plan del taller literario. Pero la cosa se puso color de hormiga cuando sentía que me hostigaba queriendo hablar conmigo todo el rato, nunca de mi proyecto literario, y me causaba una repulsión tan grande que dejé de ir a clases. Y eso fue para peor. Mis compañeros son testigos de que si él me veía en el pasillo cuando había clases, él decía que no partía la clase hasta que yo no entrara. O cuando dio todas las notas al final del semestre (cuando ya no tendría ninguna opción conmigo porque no tendría que verlo nunca más) y las recitó frente al curso, al llegar a mí, que me saqué una buena nota, dijo que no me la merecía.
Lejos, lo peor de todo fue, sin duda, que un día domingo me llamó a mi casa para preguntarme como estaba y si iba a ir a clases al día siguiente. Le dije que estaba bien y que no sabía si iría a clases. Fui lo más cortante posible. Claramente no quería volver a entrar a esa clase después de eso. Me daba un asco espantoso, verlo, escucharlo, todo. Ningún profesor se puede conseguir el teléfono de tu casa, llamarte un día no hábil para más remate, para hablar contigo. Eso es una violación de tus datos personales, es hacer mal uso de información confidencial. Y el resto de lo que fui “víctima” fue abuso también. Fue una conducta abusiva en cuanto hacía uso de su poder de profesor para hostigarme y humillarme. Nada me podía importar menos que me dijeran que no me merecía una nota cuando yo sabía que sí me la merecía (¡o sea!, me conseguí toda la materia e hice in muy buen trabajo considerando que me perdí las clases), pero una cosa es como yo me sienta y otra es ver que técnicamente hay abuso, hay bullying. 
Hay abuso porque por una motivación personal enferma utilizan su poder para actuar tranquilamente y humillar o hacer movimientos sucios.  Así se pueden proteger. Es una cobardía del porte de un buque, además.
Una vez que se acabó el curso cerré el capítulo. Me olvidé de todo. Nunca más le dirigí la palabra. Pero cada vez que entraba a la universidad pensaba “Ojalá no me lo tope”.
Ahora que lo pienso quizás debería haber hecho algo distinto. Haberlo denunciado al menos, aunque sólo fuera para asustarlo, para que vea que sus actos tienen consecuencias que le podía complicar su apacible vida de académico. Quizás tenía miedo, dada su reputación, a que me cuestionaran a mí y que me pudiera afectar en cómo terminaba la carrera. Pero definitivamente sentía que no valía la pena hacer nada al respecto. No confiaba en que nada llegara a ninguna parte. Si lo denunciaba, sentía que la única perjudicada sería yo. Después de todo no estaba traumatizada ni tenía miedo de que me pasara algo peor. Era un abuso de corto alcance que con mi personalidad y mi círculo de amigos podía manejar bien. En la balanza no valía la pena. Prefería que se las llevara peladas.
Pero los abusadores y criminales deben pagar. El abusador más abusador y uno más livianito son abusadores igual. Que las cosas sigan sucediendo es porque nadie los denuncia. El abusador sabe que es difícil que los denuncien, porque manipula y porque tienen poder.  ¿Y si habían más niñas como yo? Quizás pasaron por algo peor. Eso es lo que no me he podido sacar de la cabeza desde que escuché a James Hamilton.
Lo escribo porque lo denuncio. Nada más. No me estoy desahogando ni nada. El caballero está muerto, tiene una familia que lo recuerda, seguramente, con mucho cariño. Estuve a punto de no escribir su nombre, porque cuando confirmé su segundo apellido por internet, fue porque encontre una caricatura de él y el comentario abajo decía: “mi tío!!!” y un emoticón tiernón. Pensé en su familia y lo que le podría doler, en que él desde su tumba no se podría defender. Pero al final de cuentas, vivo o muerto, con familia querida o solo como un dedo, fue un abusador igual. Simplemente, acosadores que se las llevan peladas por su posición de poder, son criminales que no deben quedar en la impunidad ni en el olimpo de la reputación. Por eso, porque son criminales.
Y denunciemos no más para resguardar a los inocentes y en este caso también, resguardar la educación y la reputación de mi alma mater. Es una pena que esto afecte a familias inocentes, pero les tocó un marido, amigo, padre, colega, tio, abuelo abusador y esa es la realidad, no un académico de renombre que sólo los llene de orgullo.
Nada más que decir. Si hubiera cambiado algo aparte de haberlo denunciado, debería haberlo encarado algunas de esas veces en que yo esperaba el ascensor y él llegaba a esperarlo también. En vez de subir rápidamente por la escalera, debería haberle dicho esto: “viejo verde, cerdo, repulsivo de la conchadetumadre, métase su literatura por la raja porque usted está pasado a mierda y sólo me provoca ganas de vomitar”.

lunes, 28 de marzo de 2011

Just Dance (2)

Esto es una continuación del primer posteo en que hablaba del alcachofazo que me pegué cuando salí a bailar hace un par de semanas. Como me gusta. Y que debería hacerlo más.
Este es mi pasado danzarín.
Desde chica siempre bailé. Tengo recuerdos de hacer coreografías con mis amigas desde los 5. Y con mi hermana preparábamos presentaciones para nuestros padres, tíos y abuelos todos los domingos. Cuando mis padres viajaron por primera vez los recibí con una coreografía.
A medida que crecía y el baile empezaba a ser naturalmente más público, mi conflicto fue que normalmente se veía (y todavía, ¿no?) el baile como un ritual de apariamiento. Ir a la fiesta o a la disco, bailar con alguien y pinchar. Y para mí era esta liberación o la entretención de jugar con coreografías. Es rico mover el cuerpo al ritmo de la música. Entonces encontraba injusto que no me dejaran ir a fiestas “para protegerme de tanto fresco”, o tener que decir que no una y otra vez cuando te sacaban a bailar cuando yo quería bailar deshinibidamente con mis amigos. Una vez una amiga de una amiga me preguntó si era lesbiana porque le decía que no a todos los hombres. Pucha que me cayó mal esa mina.
Primero bailaba en los cumpleaños, luego en fiestas de colegio, luego en discoteques. Con la llegada de la independencia volví un poco a bailar en casas.
Siempre el conflicto ha sido la mala música que hay en los lugares donde a uno le toca ir a bailar y los jotes. Cuando cumplí 15 años hice una fiesta en mi casa. Era mi oportunidad para bailar tranquila y la música que me gustaba. Grabé 6 cassettes de 90 minutos. Estudié las canciones que me gustaban y las puse en orden. ¡Quizás cuanto me demoré en esa pega! En esa época rayaba con Greenday, Los Fabulosos Cadillacs, Cypress Hill, Stone Temple Pilots, Red Hot Chilli Peppers. Ninguno me gusta el día de hoy.
Luego me vino la locura por la onda disco. Abba y Gloria Gaynor. A los 18 gané en una presentación de colegio con una coreografía de Gloria Gaynor. Ahora está trillado, pero en ese entonces Priscilla, la Reina del Desierto había salido hace poco e hicimos la coreografía de I will Survive. Ganamos. 
A los 19 gané una entrada liberada a la Excálibur del Quisco (¡fino!) por ganar una competencia de baile arriba de la barra. Fue cuático. Esa debe haber sido la época en que en realidad bailaba cualquier cosa. Varias cosas chulas, como “Suavemente” o “Livin’ la vida Loca”.
A los 18 empecé a ir a la Blondie. Duro y parejo. Donde tocaban la misma música que escuchaba en mi pieza pero a todo chancho. Pulp, Suede, Morrisey, Blondie. También las fiestas Kitch. Iba hasta mi toque de queda y no paraba de bailar y lo mejor era que nadie te sacaba a bailar. Curiosamente, la última vez que fui a la blondie fue el mismo día que me puse a pololear con Daniel. De todas formas se chacreó cuando ya no se podía ni entrar.
A los 21 mientras viví en Inglaterra, casi todos los sábados que estuve en Londres con mi amiga Sarah fuimo al Pitcher & Piano de Islington. Y bailábamos hasta que cerraban. Ese era mi playlist favorito: tocaban “I want you back” de los Jackson 5, “Get your Rocks off” de Primal Scream, “Living on a Prayer” de Bon Jovi, “Summer of the 69” de Bryan Adams, “Cause I was High” de Afroman, “Bootilicious” de Destiny’s Child, “Highway to Hell” de AC/DC, “We will Rock you” de Queen. En fin, la mezcla era rara pero todo se podía bailar y tarareas. Hasta Daniel bailó cuando fuimos.
Y de vuelta en Chile con mi amigui íbamos al Club Miel y pasaba piola. Me acuerdo de una de las mejores fiestas a las que he ido en mi vida. Fue para el cumpleaños número 50 del papá de un amigo y encarpó la casa y todo, pero no había DJ. Y ahí estuve, Gabi DJ, y fue todo un éxito. Porque este caballero tenía más discos que una radio. En general, pelábamos tanto la música con mi amigui que empezamos a hacer nuestros playlists y a hacer fiestocas en la casa de la playa. Ahí además se vino mi matrimonio y el placer de hacer mi playlist con Daniel. Después de la fiesta tuve que irme a pie pelado a la casa.
Y después los bailes han sido más que nada casualidad. Mis amigos no son muy buenos para bailar y por mucho que intenté en nuestro departamento ofrecí varias fiestas, que nunca tereminaron en bailoteo. A lo más un precalentamiento. Acá en Inglaterra bailé por pega (con alumnos), en Gales en una fiesta de los suegros de una amiga americana de Daniel, muy cool; y en el pub irlandés, embarazada. Pero no paré. Ese día Daniel quedó para adentro. Ahí, en un acto de generosidad, se dio cuenta lo mucho que me gustaba bailar y lo poco que me alentaba para hacerlo. De alguna forma se sientió mal.
Pero la culpa es de uno no más. De no insistir, de sacarlo de la vida cotidiana. Yo sé que necesito mi partner. Y los tengo, pero lejos y poco. Y tengo mis playlist. Y mi sueño de hacer fiestas. Sé que hay un potencial en mí. De ser DJ. Nada pretencioso, simplemente pop y rock, clásicos y modernos que hace que se te muevan las patas.

Les dejo una gran canción pop bailable, versión de la ochentera "Mentiras" de Daniela Romo cantada por la cool María Daniela y su sonido lasser.

domingo, 13 de marzo de 2011

Just Dance (1)

Nada mejor para el cuerpo y la mente que bailar para eliminar preocupaciones, estrés, malos ratos, el aburrimiento y tedio de la vida cotidiana, etcétera. No hay mejor medicina para mí, para “let go” y partir de cero. Hago Yoga y Running con la misma intención, pero la mejor medicina es escasa, lo hago poco y cuando lo hago sólo confirmo lo bien que me hace.
Una pena.
Y hablo del dancing en la disco, en el bar, en las fiestas con amigos, la música fuerte y los ánimos prendidos. El playlist favorito de canciones pop y rock bailables. Nada pretencioso. Nada cuático. Nada snob. Música que “does the trick” y se te van las patas.
Salí con mi amigui. Yo había tenido una semana más o menos. Ella había tenido un día espantoso. No nos vemos nunca porque vive lejos, así que mientras estaba de visita decidimos salir. En realidad siempre que viene proponemos lo mismo pero nos arranamos. Malo está. Esta vez sí salimos. Nos arreglamos. Sentí la edad, con los flashbacks de cuando hacíamos lo mismo hace 10 años, arreglarnos frente al espejo, elegir una polera y los zapatos, intercambiar zapatos. Las mismas dos personas,  esta vez preocupadas de tapar arrugas, canas, ojeras. Y fuimos al bar. Nos tomamos dos copas de vino. Hablamos de nuestras rabias, decepciones, miedos, resentimientos. También las cosas buenas, siempre. El mundo pasa, el vino y los cigarros se acaban, pero la conversación es imparable. Si queremos bailar sólo tenemos que interrumpir la conversación. Nunca sérá suficiente anyways.
Vamos a la pista de baile. Al igual que hace 10 años, tenemos fe y creemos que la próxima canción será buena y nos lanzaremos con todo. Pero no, pasan y pasan las canciones, los temas, una mezcla de tecno con pop y reggae. De verdad tóxico. Inbailable.
Partimos al bar irlandés. Ahí a veces tienen a quien llamamos DJ Guata. Un caballero poncherudo, cerca de los 50, que tiene dos ipods, unas luces y amplificadores. No sabe mezclar bien los temas, no le interesa, porque está texting todo el rato. Pero la música no falla, el pop y pop rock más reciente (Lady Gaga, Black Eyed Peas, Katy Perry, The Killers) mezclados con bailables más nostálgicos (Bryan Adams con “Summer of the 69”, Queen con “Don’t Stop Me Now” o “The Crocodile Rock” de Elton John). Con mi amigui paramos dos veces para tomarnos una Coca Light (no necesitamos fuel para bailar, bailar es el fuel), pero el resto nos deshacemos en la pista de baile. Nos escapamos de los jotes y un par de cabros fétidos, igual que hace 10 años.
Y se acaba la noche. Y estamos felices, cansadas y con gusto a poco. Siempre con gusto a poco.
Definitivamente, tengo que bailar más.
Aquí mi viejo nuevo temazo bailable

domingo, 6 de marzo de 2011

(muchas) imperfecciones

clumsy
Sería perfecta
si pusiera más atención cuando me hablan y no anduviera preguntando ¿qué?, ¿cómo? a cada rato;
y si fuera buena para inferir porque me pierdo chistes y a veces no entiendo porque uso un contexto que ¡nada que ver!;
y si no fuera tan torpe, botando cosas, rompiendo, metiéndo ruido, pegándome, sin querer;
y si me acordara de las películas que he visto, de los nombres de los personajes, líneas y escenas que me gustaron. Entra por un ojo y sale por el otro. Mal. Lo mismo con los libros;
y si me acordara de los chistes. Me río como enferma pero después no me acuerdo de absolutamente nada;
y si me acordara del 20% de las cosas que aprendí en el colegio y en la universidad. De verdad que me entra por un oído y me sale por el otro. Soy muy ignorante. Muy;

jueves, 24 de febrero de 2011

Comienzos de un fragmento de mi vida

02_Feb_Sarah_en_Reading (10)

(Nuevamente mi amiga CZ me hace mirar al pasado y ver la nobleza del tiempo)

Vivir fuera. En el primer mundo. Es algo con lo que muchos sueñan. Yo soñé siempre, siempre.

Temporalmente. Eso sí. El pasaje ida y vuelta, sí, aunque sean varios años. El estudio afuera es la oportunidad ideal. Porque no hay comparación, para qué andamos con cosas. Creo que vivir fuera es necesario. Nos hace bien. Crecemos y somos mejores personas.

 

viernes, 18 de febrero de 2011

Año Extra

La primera vez que Daniel presentó la idea de quedarnos un cuarto año en Inglaterra yo dije que no. Podrá sonar un tanto leso, pero sentía que tres años estaba bien de break para mí, pero no cuatro. ¿Por qué un año haría tanta diferencia? En mi vida o en mi currículum, por ejemplo. Año 1 era para terminar mi tesis tranquila, aclimatarnos y como año sabático después de 5 intensos años. Año 2 para trabajar y viajar. Año 3 para tener un hijo. Luego de esto podía volver tranquila al mundo laborar y a mí vida. Pero luego dije que sí. Pensé que no podía vivir esta vida afuera como si fuera un paréntesis, porque de ser así era como perder el tiempo y no vivir nada. Entonces un cuarto año aquí o en la quebrada del ají daba lo mismo, la vida sigue igual y hay que vivirla con todas sus sorpresas y desafíos.