miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cambiamos

Año 2001 - la mañana después del carrete
Una ex compañera de colegio con quien he retomado contacto y formado una linda amistad gracias a facebook, se sorprende de mí, de cómo soy. Y claro, porque la última vez que nos relacionábamos era en el colegio, hace (¡ooops!) 13 años atrás y me encontraba intensa e intimidante. Y con toda razón.

No parece que fue hace tanto tiempo cuando estábamos celebrando salir del colegio, con fiestas varias, oficiales y no oficiales, cantando en los pasillos del colegio, reuniéndonos con la orientadora, o cuando entramos a la U y fuimos mechoneados (en mi caso, miento, porque esquivé esa oportunidad de iniciación). Pero si saco los momentos mismos y pienso en cómo era entonces y como soy ahora (desde mi percepción), son eras distintas, claro, mucha agua ha pasado bajo el puente.

En alguna parte leí que en la adolescencia es cuando el cerebro está más vulnerable y hacemos y pensamos cosas, de frentón, weonas. Yo era muy, muy grave y densa. Por ahí debe ir lo de intensa. Esperaba mucho de la gente (no entendía que mis compañeros no estudiaran tanto como yo), acogía ideas y estilos de vida densos (creo que en dos años no usé jeans porque encontraba que me hacía parte del rebaño), nada me hacía feliz (teniendo todo para serlo), encontraba que todos eran unos imbéciles y yo, igual de imbécil, pero sufriendo por aquello mientras los demás vivían en un mundo Bilz y Pap. Siempre fui yo contra el mundo. Mis relaciones con pololos y amigos eran intensas, todo o nada. Mi mejor amiga a quien conocí en la universidad pero que fue al mismo colegio que yo, un año más arriba, me decía que en el colegio yo le daba susto, que me encontraba rara y que una amiga de ella con la que jugaba hockey le decía que yo era "amorosa", para que no se asustara. Sumado a lo que me dice mi nueva amiga, parece que provocaba miedo y rareza más que otra cosa. Cuando le describo a Daniel episodios de mi adolescencia me dice que jamás se hubiera fijado en mí, que como tan apestosa. Y con toda razón.

Pero quienes me conocían sabían que ante cualquier pinta estrafalaria escogida cautelosamente en la ropa usada de Bandera (porque no había que gastar dinero en ropa, era puro consumo) y quizás mirar un poco con odio a las personas y al mundo, yo era una persona sumamente confundida y vulnerable, que, en realidad, no quería nada más que amor y aceptación.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto, mi cerebro ha madurado y he estado en situaciones y he conocido gente que me ha hecho más sabia. La U me dio perspectiva, me hizo sentir privilegiada y por lo mismo humillada de haberme dedicado a pensar, pensar, pensar sin mirar la realidad misma. Y cuando uno ve la realidad misma, uno se pone bastante más efectivo en el pensamiento y bastante más consciente de la vida que le toca a uno. Lo digo porque era la única estudiante que vivía de Plaza Italia para arriba, me iba en auto a la U y llegaba con el pelo mojado, mientras que mis compañeros se levantaban a las seis de la mañana para tomarse una micro de hora y media. Era la única patuda a quien le pagaron la carrera al contado y en una carrera de inglés, éramos como tres no más que sabíamos inglés. Y la Sarah me enseñó a relajarme y disfrutar. La Sarah, indiscutiblemente, me enseñó a pasarlo bien. Yo siempre muy "by the book", educada a pura disciplina, moralmente, éticamente castrada (eran siempre más cosas que estaban mal que las que estaban bien), conocí a esta chiquilla que tenía padres que confiaban plenamente en ella y la dejaban hacer de todo (y por lo mismo, no hacía nada ridículamente loco), sin miedo a tener una familia poco convencional o trabajar en pegas raras, matea a morir, sarcástica a más no poder (no dejaba a nadie bien parado), directa, incisiva, con gustos por la lectura, el estilo y el pelambre. La Sarah vivía y vive la vida a concho, le gusta divertirse y es muy buena en eso. Tiene una risa contagiosa y el mejor sentido del humor del planeta. Y no puedo dejar de mencionar (esto parece una serie de agradecimientos) a mi amigo Hugo, estudiante de filosofía en esa época, a quien conocí un poco de casualidad en una función de cine arte y que siempre inventaba situaciones para reunirnos (¿por qué no nos vamos a tomar a la Plaza de Ñuñoa? – un lunes a las 11 de la mañana) y me ha hecho reír a punta de comentarios hirientes, sarcásticos, observaciones desnaturalizadas. En fin, una mezcla de Jerry Seinfeld y George Costanza.

Así que fue eso. Un gran reality check y conocer a gente con la que dejé de pensar que el humor y la risa era sinónimo de liviandad, que me hizo atinar que la vida es corta y si hay oportunidades de celebración hay que aprovecharlas. Y estamos rodeados de oportunidades para divertirnos, celebrar, gozar, salir de la rutina, etcétera.

Daniel vino después. Conocíó mi versión relajada, chistosa, divertida, de jeans. Pero él sólo ha sido un recordatorio constante de eso mismo: de que hay que actuar, de que hay que reír, de que hay que vivir apasionadamente todas las cosas que nos gustan. Y es chistoso que él me diga que cuando una conversación se pone densa yo siempre trato de cambiar el tema o me pongo en una actitud poco confrontacional (sí, sí, tienes razón), cuando en un periodo de mi vida todo fue denso. De todas formas, no quiere decir que me gustaba discutir, sino que sólo me gustaba la dialéctica en mi mente más que en las conversaciones. Para que nadie me sacara de mi mundillo intenso.

Así que puedo decir que me gusta el webeo. Que la realidad siempre prima al momento de jugar con ideas, principios, fundamentos. Que celebro constantemente, que no le hago asco a las películas de acción y que de hecho el "cine arte" ahora me parece bastante sospechoso. Que prefiero las comedias a los dramas y que veo muchas verdades en las comedias que antes no hubiera visto. Y sigo siendo igual de apasionada, vulnerable, que sigo buscando amor y aceptación, pero que mi actividad favorita es reírme de la vida. Sin ser grave. Sin escándalos. Sin tantas dudas.

Escribo esto con alegría. Pero también con un poco de resentimiento. Siento que perdí amigos y perdí una etapa linda de mi vida. Todo cuarto medio lo pasé como el forro. Estaba tan perdida y sola. Miro fotos y no tenía personalidad. La Universidad fue una oportunidad para salir del hoyo en el que estaba. Perdí unos años lindos, pero gané una vida entera.


PS: Gracias CZ por invitarme a esta reflexión y abrirme los ojos una vez más.

3 comentarios:

Carolina dijo...

Me cuesta imaginarme una Gabi colegial densa.
Te ves regia en la foto.
Change is good.
Quiero creer que eventualmente voy a mutar y seré una mejor versión de mi misma. Me gusta leer tu blog por que me haces pensar en miles de cosas solo con poner tus pensamientos propios, osea, enseñas sin querer.

Abrazos cariños y besos!

Anónimo dijo...

Este artículo fue muy interesante, sobre todo desde que yo era la búsqueda de ideas sobre este tema el pasado jueves.

Anónimo dijo...

Wil alleen maar zeggen wat een geweldige blog heb je hier! Ik heb al heel veel tijd, maar uiteindelijk besloten om mijn waardering voor uw werk te laten zien! Thumbs up, en houd het gaan!