domingo, 26 de septiembre de 2010

El invierno de Heidi



Este invierno boreal no iremos a Chile. Con suerte, tendremos una blanca navidad. Estaba reparando en que los fríos duran 8 meses, de octubre a abril y los últimos dos años hemos capeado uno o dos meses en el verano chileno. Me pregunto cómo será un invierno duro de verdad, temperaturas mínimas, días cortísimos, narices y pies helados las 24 horas y por varios meses.

Siempre he odiado el invierno. En realidad, no siempre. En mi época dark/grunge me encantaba, pero ya no soy ninguna de las dos cosas. Todo lo contrario. No tengo problemas en andar en una micro llena con 35 grados de calor porque sé que o habrá una piscina cerca, una cervecita helada, un helado, un fin de semana en la playa. Por eso me viene una nostalgia enorme. Los días largos y calurosos llaman a juntarse y salir. El invierno, todo lo contrario. Lo primero que se me viene a la cabeza es mirar la lluvia y la nieve por la ventana, andar con fiaca todo el día y sufrir sobredosis de chocolate caliente, pegada a un guatero todo el día, sola. Es que no tolero sentir frío.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Un poquito de carpe diem, por favor


Hace unos días anotaba el día que era. "Qué rico, ya es miércoles", pensé. Y me di cuenta que hacía eso regularmente. Muy regularmente. Y eso no estaba nada de bien. "¿Qué día quiero que sea?", "¿Qué tiene de malo el día de hoy?", "¿Estoy esperando que pase algo acaso?". Y las respuestas eran, en orden: ninguno en particular, nada, no. Incluso llegué a pensar que podía estar deprimida, que los días me pasan, comienzan y se acaban, sin más. No es que quiera que sea fin de semana, porque ahora ni siquiera estoy trabajando, sino que soy mamá tiempo completo. Hace 4 meses ya. Pensé que quizás podría ser que estuviera simplemente agotada con mi nuevo rol, pero la sensación era peor, porque mi hijo crece y cambia cada día, siempre tiene con qué sorprenderme y no quiero sentir que me estoy farreando estos lindos momentos. Pero sí, algo de agotamiento tiene que haber.

Pero el tema era más de fondo. Me di cuenta que en mi vida he estado acostumbrada a tener motivaciones extrínsecas, siempre hay un momento, un evento, una actividad, algo en el futuro cercano o a mediano plazo que ha estado ahí para movilizarme. O ha sido trabajar duro para terminar mi tesis, o tener un viaje en el horizonte, o la llegada de un hijo, o partir a vivir en el extranjero, o volver a vivir a mí país. Y una vez que logro las cosas con toda la adrenalina y las anécdotas para compartir con los amigos y la familia, viene una sensación de "¿y ahora qué?" Y así comienzo a buscar otra meta, otro foco para que mis días tengan una motivación. Cuando la motivación tiene que venir de mí y no enfocarse en el objetivo mismo sino que simplemente en aceptar y disfrutar cada momento del viaje a ese objetivo.