miércoles, 28 de mayo de 2008

Cambios en Outlook

Hace seis meses prendía el computador, abría outlook y me salían citas de todo tipo: reuniones con autoridades, teleconferencias, almuerzos, eventos varios a los que tenía que asistir; y recordatorios interminables de las tareas del día que eran del tipo terminar informe, revisar postulaciones. Cosas de esa índole. Hoy, prendo mi computador y mis alertas son del tipo cambiar sábanas o cambiar toallas. Las citas simplemente no existen de manera cotidiana, sólo un par de veces he anotado citas: para ir a buscar recetas al consultorio o para sacar mi seguro nacional.

Y cuando volvía de un viaje por la oficina o de un par de días libres avisaba que no estaba disponible pues tenía que revisar el correo y contestar cientos de e-mails importantes. Ahora me encanta escuchar cuando me llega un correo, porque es de alguien de la familia o algún amigo que me pone al día. Recuerdo que en la oficina, le prohibía a mi familia llamarme a menos que fuera para algo importante y raramente contestaba mails de amigos porque estaba trabajando. Y sin internet en la casa, el mail era una herramienta de trabajo, nunca personal.



Y así nos cambia la vida. La primera vez que sonó la campanita y veo cambiar sábanas como tarea del día, me reí y a carcajadas. Por una parte, "Cómo nos cambia la vida" y por otra, no puede ser que aplique la misma lógica de trabajo en mi humilde departamento de un dormitorio.

En fin, chiste aparte, pasa el tiempo y el 16 de noviembre de 2007 dejé de trabajar para partir a Inglaterra en enero 2008. Me acuerdo cuando sonó el despartador cuando me quedaba un día de trabajo y estaba apenas, no podía abrir los ojos. Daniel me abrazo y me dice "te queda un día para empezar tu año sabático". Yo no sabía que tenía un año sabático, pero lo acepté encantada.

Ya han pasado más de cuatro meses y tengo una mini-pega en la Universidad donde Daniel hace su doctorado. Tres veces a la semana y en las tardes estoy a cargo de un centro de aprendizaje de idiomas. En el fondo soy recepcionista, transcriptora de textos y bibliotecaria. Por unas pocas monedas tengo un trabajo tranquilo.

Pero ya llegó el momento en que quiero trabajar más, más horas, tener más plata y entretenerme en esto del crecimiento profesional. No me ha ido bien. Cualquier empleador debe encontrar un cacho emplear a alguien de dudosa procedencia ("¿Universidad de qué? ¿De Chile?) y que se va a ir, pase lo que pase, en tres años). Igual empecé a postular hace un par de semanas no más. Así que aprovecho de ser una ama de casa profesional, outlook incluido, mientras dure. Y una bibliotecaria de tomo y lomo, mientras dure. Tengo pega asegurada hasta Septiembre.

De todas formas, algo he aprendido en todo este tiempo y lo dejo escrito para que me lo saquen en cara si es que se me olvida.

Ningún trabajo vale la pena si me deja sin ganas de nada. Cuando la gente dice "ahora tienes tiempo para ti" me violenta, como dice Katherine Salosny. ¿Quiere decir que es normal que uno viva la vida dedicándole el tiempo a los otros y no a uno? Cuando trabajaba (y estudiaba al mismo tiempo) llegaba el fin de semana y era para dormir y comer y dormir. Y no es raro caer en eso. Debe ser peor para la gente que además no le gusta su trabajo, porque al menos amí me gustaba (la mayor parte del tiempo). Es sencillo, el trabajo es para vivir y gozar la vida y no al revés. A menos que uno lo decida, la vida no es para trabajar.

Nada tiene mucho sentido si uno vive en el limbo de la familia y los amigos versus el trabajo. Está bien que mi mamá no me llame para preguntarme un dato de un doctor o algo mientras trabajo. Yo no soy muy buena en el multi-tasking y todo me desconcentra y para que me cunda no puedo distraerme. Otra cosa es dejarlos en la cola. Creo que ese alcachofazo me llegó mientras trabajaba y trataba de aprovechar harto a los amigos y a la familia, y decirles que los quiero y buscarlos más. Pero igual es importante no olvidarlo. Es importante cultivar las relaciones, porque uno no tiene la vida comprada, por un lado y cuando uno entra en desesperación o tiene una "crisis" de alegría, es triste encontrarse solo.

Debo recordar, también, que tiene su gracia ser dueña de casa. Y espero haber aprendido el teje maneje para que ahora fluya y no sea una complicación en caso que la vida se vuelva más agitada. Creo firmemente que nuestros abuelos tienen razón cuando cuentan que ahora cuando las familias se sientan a comer no comparten y comen puras tonteras. Creo que parte de la felicidad tiene que ver con encontrar espacios afectivos dentro de la casa. O sea el nunca bien ponderado "calor de hogar". Agradezco a la vida cada vez que con Daniel comemos juntos, una comida que preparé con el ingrediente secreto (puro amor) y conversamos de la vida. Agradezco, incluso, que lo último que haga antes de acostarme sea remojar avena para el desayuno. Es, como dice mi amiga Loreto, un "gesto de amor".

Finalmente, un alcachofazo que también me había pegado hace tiempo y que ahora con más tiempo en mis manos puedo poner en práctica mucho más, tiene que ver con algo de tarjeta village, pero que es más cierto que la cresta. La vida es demasiado corta. El tiempo pasa demasiado rápido. Estamos llenos de "vida" so to say al rededor nuestro que por mirarnos el ombligo tendemos a ignorar. Y cuánta diferencia hace cuando no se ignora. Tengo mi casero del almacén y de la feria, y tienen nombres, Sahid y Martin y siempre intercambiamos saludos y palabras. Tengo un parque lindo al lado de la casa y con ganas (lo más raro) salgo a trotar y me encanto con los pájaros y las ardillas. Cada vez que voy a mi lugar de trabajo hay una bajada en bicicleta que hago son pedalear y sintiendo el aire en la cara. Y así, cada paso, cada trámite, se vuelve una grata aventura. Es como si todos los días viera por primera vez el Taj Mahal, o la Torre Eiffel, o el Big Ben y me quedara sin aire de la impresión. Suena un poco exajerado, pero es verdad. La vida está llena de monumentos y momentos que te quitan el aire. Si dejo de sentir ese "gracias a la vida, que me ha dado tanto", ahí nada ha valido la pena.


La foto es del 16 de noviembre de 2007, a un par de horas de haber dejado oficialmente mi trabajo en Santiago. Fuimos al teleférico.

2 comentarios:

luces calientes dijo...

increíbles alcachofazos gabi.
el "gracias a la vida" se pierde a veces con tanta micro que tomar, tanto metro que soportar y tanta prueba que corregir, pero de vez en cuando un viaje al puerto, una salida dominical o una tocatita poca te devuelven el alma al cuerpo.

hay algo de cierto en lo de "shit man" y algo de no-cierto. estoy trbajando en un mejor perfil.

salud!

Renata dijo...

¡Ay, Gaby! Qué quieres que te diga... Sólo que me alegro de que te estés dando cuenta a tiempo y que tengas todas las herramientas necesarias para tomar tu vida en tus manos. ¡Felicidades a la futura tía!, un abrazo para ti y para Daniel a la distancia.