viernes, 18 de febrero de 2011

Año Extra

La primera vez que Daniel presentó la idea de quedarnos un cuarto año en Inglaterra yo dije que no. Podrá sonar un tanto leso, pero sentía que tres años estaba bien de break para mí, pero no cuatro. ¿Por qué un año haría tanta diferencia? En mi vida o en mi currículum, por ejemplo. Año 1 era para terminar mi tesis tranquila, aclimatarnos y como año sabático después de 5 intensos años. Año 2 para trabajar y viajar. Año 3 para tener un hijo. Luego de esto podía volver tranquila al mundo laborar y a mí vida. Pero luego dije que sí. Pensé que no podía vivir esta vida afuera como si fuera un paréntesis, porque de ser así era como perder el tiempo y no vivir nada. Entonces un cuarto año aquí o en la quebrada del ají daba lo mismo, la vida sigue igual y hay que vivirla con todas sus sorpresas y desafíos.

Pero este año ha sido difícil. Estamos sólo en febrero y siento que cada día, por mucho ejercicio mental de mindfulness, me arrastro por el día. Siento que estoy en una casa-estudio de reality show con mi marido y mi hijo. En mi mundo de ahora sólo somos los tres. Porque no trabajo, porque mi marido trabaja desde la casa. Ayer pasó el camión recolector por la mañana y hoy por la tarde nuestro basurero seguía tapando la entrada. Eso quiere decir que no salimos. Y me dio un poco de escalofríos. Todo pasa en esta casa.
Estoy cansada de nuestra rutina invernal. Estoy cansada de “llevar la casa”. Estoy cansada de no trabajar y conectarme con todas esas otras cosas que me inquietan y me mueven el piso. Más que cansada, estoy aburrida. 
En la relación de pareja, este será el año más difícil. No nos queda otra que centrarnos en la relación, porque aquí estamos, solos, mirándonos el ombligo, complicándonos por cosas simples, luchando contra sentirnos ahogados con el otro. Sobretodo yo. Yo soy más vulnerable porque mi vida gira en torno a la casa y nosotros. La vida de Daniel gira en torno a sus estudios también. Me siento más insegura, más incompleta.
Con nuestro hijo, este será el año más fácil. No nos perderemos de nada en su lindo, sorprendente, enternecedor, grandioso crecimiento. Después una tía de sala cuna nos contará las cosas nuevas que hizo.
No pertenecemos acá. Extrañamos a la familia y los amigos. Me vendrían bien las abuelas que cuiden al Enzo de vez en cuando para que con Daniel vayamos al cine juntos o a comer. Extraño mi departamento. Extrañamos nuestra vida en Chile. No en el sentido platónico de que extrañamos las montañas, o los sándwiches del Dominó, o las empanadas con vino. No. Extrañamos la vida completita. Nuestros trabajos, panoramas con amigos, panoramas familiares, la lectura de diario en la mañana para el desayuno, mis cortados, los jugos de naranja, la Vega. Todo. 
Si siempre hubiese sabido que serían cuatro años y no tres hubiera planificado todo distinto. Por ejemplo, me hubiera buscado una pega buena de una. Pero qué tanto con la panificación, vivir la vida como toca no más. Muchas cosas se pueden planificar pero el día de mañana las circumstancias cambian y la planificación se va a la punta del cerro.
No sé como sacarme esta sensación de agobio, de aburrimiento, de espera. Salgo lo más que puedo, voy al gimnasio y me desconecto de la casa-estudio, me he relajado con el día a día para no andar quejándome como las viejas, “qué hay que limpiar el baño, que hay que hacer almuerzo, que hay que hacer comida, que hay que limpiar la alfombra, que si no lo hago yo no lo hace nadie…”; y bueno, no se hace. Punto. Pero todo es como forzado.
Hago el ejercicio mental. Lo malo de estar en Chile. Porque típico que uno idealiza. El smog que hace el invierno más invivible que este; los fines de semana que no existen porque fuiste de la casa de tus suegros, a la casa de tus padres y nunca descansaste; las larguísimas jornadas laborales; las cortísimas vacaciones; que no hay Amazon.
Nuevamente mi problema es un tema de mindfulness. Por lo menos no me masturbo mentalmente pensando en dónde estaría yo si ya hubiéramos regresado. No me quedo en el pasado ni en el futuro. Quiero el presente, pero quiero saber como disfrutarlo y no tenerle miedo a que el cansancio me la va a ganar. Que el aburrimiento me la va a ganar.
Sé que soy yo. No es Chile. No es Inglaterra. No es el Enzo. No es Daniel. Es mi actitud. Caí en una rutina que me desconecta de mí. Me siento sola en el sentido que siento que me he abandonado a mi misma. Soy muy mala compañía para mí.
Espero que sea temporal.

1 comentario:

Carolina dijo...

Cuando te vea (Espero que pronto) te voy a dar un abrazo bien grande.