jueves, 24 de febrero de 2011

Comienzos de un fragmento de mi vida

02_Feb_Sarah_en_Reading (10)

(Nuevamente mi amiga CZ me hace mirar al pasado y ver la nobleza del tiempo)

Vivir fuera. En el primer mundo. Es algo con lo que muchos sueñan. Yo soñé siempre, siempre.

Temporalmente. Eso sí. El pasaje ida y vuelta, sí, aunque sean varios años. El estudio afuera es la oportunidad ideal. Porque no hay comparación, para qué andamos con cosas. Creo que vivir fuera es necesario. Nos hace bien. Crecemos y somos mejores personas.

 

Ahora, miro con sospecha a quienes quieren partir y no volver. Sobretodo quienes quieren hacerlo a la mala, lanzándose a la vida (o ilegalmente). ¿Por qué quieren dejar a los amigos y la familia, todo aquello que te identifica?  Deben haber muchas razones: expectativas de una mejor vida, pura aventura, oportunidades nuevas, escapar. Distintas ambiciones. Pero para mí vivir fuera sólo me confirma que sólo soy de mi país y de mi gente.

Están muy estudiados los estados psicológicos por los que pasan los estudiantes internacionales. Primero viene la luna de miel, la euforia, puras expectativas positivas. Luego viene el shock cultural y la soledad. Muchos pasan por cuadros angustiosos severos y las universidades están preparadas para aquello con todo tipo de servicios de apoyo sicológico y ofertas de actividades sociales. Luego viene el estado valle en que aceptas tu situación, conoces gente, extrañas menos. Finalmente te sientes asentado y eres uno más. Normalmente, esto ocurre poco antes de que todo acabe. ¿Irónico, no?

Cuando llegamos éramos unos zombies. Los últimos días en Chile estábamos llenos de trámites y fiestas de despedida. Cuando subimos al avión no había despegado y ya estábamos durmiendo. Por lo menos dejé de llorar. La llagada fue en piloto automático también. Teníamos un hotel por 3 noches y debíamos encontrar una casa y hacer tracaladas de trámites. No teníamos plata. Sólo los ahorros y no sabíamos cuanto nos iban a durar.

Encontramos alojamiento el día después de llegar. Fue fácil y mirándolo a la distancia tuvimos mucha suerte. Dormimos con las parkas la primera noche y compramos comida preparada. Al día siguiente Daniel partió a las clases a la U.

Los primeros días nos aperamos. Plumones, sábanas, toallas, comida, algunas cosas para cocinar. Ir y venir en el bus llenos de bolsas. Contando los pesos.  No podía hacer algo que tanto me gusta, sentarme a tomar un café leyendo el diario porque era muy caro. Sin tele ni internet, fui a un charity, una tienda de cosas usadas y me compré unos libros y un puzle que nunca terminé.

Pasaba el día sola. Sólo tenía mis labores domésticas. Iba a un supermercado más lejos pero más barato a comprar. A veces sólo iba a comprar leche. No hablaba con nadie. Sólo con cajeros. Y les metía conversa. Y cuando Daniel llegaba a la casa le preguntaba todo. Para escuchar una voz.

El celular no sonaba.

No teníamos carretes en la casa, ni fuera. Un día fuimos a un pub y nos tomamos una copa mala de vino. En la casa comprábamos vino italiano 2 x 5 libras y era tóxico.

En la mañana ponía el despertador, me duchaba y me arreglaba. Me vestía con preocupación. Lo hacía para no deprimirme durmiendo 15 horas, mirando el techo un par de horas más y no sacarme el pijama. En realidad no tenía obligación de nada, pero igual lo hacía. Si no, según yo, me deprimía.

Miraba por la ventana.

Escuchaba los programas de radio.

Echaba de menos.

Pero tenía mi luna de miel con Daniel.

Y a mi mejor amiga que tanto la extrañaba en Chile.

Esa soledad es rara. Sentir a todos tan lejos pero tan cerca.

Sentir que el día tiene muchas horas. Uno está acostumbrado a lo contrario.

La cosa financiera mejoró una vez que ya sabíamos cuánto estábamos gastando. Me podía tomar un café. Yo comencé a trabajar y tenía cosas que conversar con Daniel a la vuelta de la pega. Mejoró el tiempo. Hacíamos amigos y conocidos. Preparábamos empanadas para nuestros amigos nuevos. Conocimos la ciudad y la universidad, el cine, la biblioteca, el gimnasio. Empezámos a recibir amigos y familia. Viajamos. Empezamos blogs.

Cuando volvimos de Chile después de nuestras vacaciones de Navidad, tuve unas semanas negras. Recuerdo llorar al bajar del avión y al entrar a la casa. No me gustaba nada de mi vida acá. Mejor dicho, no veía nada que me gustara. Era demasiado silencio. Demasiada oscuridad.

Pero la vida acá estaba armada. Estudio, trabajo, hogar, amigos, pequeños hábitos y costumbres; entendiendo cómo son las cosas.

Estamos en la última etapa, de asentamiento. Menos extranjera y más local. Pero la sacamos barata. Aparte de tener el cinturón muy apretado al principio estábamos en una cultura que conocíamos y que, más encima, estudiamos. El idioma lo manejamos mejor que gente que lleva décadas acá.

Nunca tuvimos shock cultural. Normalmente los latinos se juntan con latinos, los árabes con árabes, los asiáticos con asiáticos. Arman sus ghetos. Nosotros siempre hemos podido pasar la barrera cultural y hemos conocido y aprendido de todas las culturas en vez de cerrarnos en la nuestra. A lo más he ido a una fiesta latina. Y eso es bueno. Es entretenido y motivante.Y eso lo extrañaré mucho.

El comienzo fue difícil. Demasiada soledad y silencio. Y siempre ha habido una lucha silenciosa contra la distancia.  Pero hemos ganado más que perder. Ahora sé  mejor de donde vengo y dónde pertenezco. 

Lea teambién

Acá el primer posteo ever en nuestro blog de chungungos, cuando todo comenzó: http://chungungosenreading.blogspot.com/2008_02_01_archive.html

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