lunes, 28 de marzo de 2011

Just Dance (2)

Esto es una continuación del primer posteo en que hablaba del alcachofazo que me pegué cuando salí a bailar hace un par de semanas. Como me gusta. Y que debería hacerlo más.
Este es mi pasado danzarín.
Desde chica siempre bailé. Tengo recuerdos de hacer coreografías con mis amigas desde los 5. Y con mi hermana preparábamos presentaciones para nuestros padres, tíos y abuelos todos los domingos. Cuando mis padres viajaron por primera vez los recibí con una coreografía.
A medida que crecía y el baile empezaba a ser naturalmente más público, mi conflicto fue que normalmente se veía (y todavía, ¿no?) el baile como un ritual de apariamiento. Ir a la fiesta o a la disco, bailar con alguien y pinchar. Y para mí era esta liberación o la entretención de jugar con coreografías. Es rico mover el cuerpo al ritmo de la música. Entonces encontraba injusto que no me dejaran ir a fiestas “para protegerme de tanto fresco”, o tener que decir que no una y otra vez cuando te sacaban a bailar cuando yo quería bailar deshinibidamente con mis amigos. Una vez una amiga de una amiga me preguntó si era lesbiana porque le decía que no a todos los hombres. Pucha que me cayó mal esa mina.
Primero bailaba en los cumpleaños, luego en fiestas de colegio, luego en discoteques. Con la llegada de la independencia volví un poco a bailar en casas.
Siempre el conflicto ha sido la mala música que hay en los lugares donde a uno le toca ir a bailar y los jotes. Cuando cumplí 15 años hice una fiesta en mi casa. Era mi oportunidad para bailar tranquila y la música que me gustaba. Grabé 6 cassettes de 90 minutos. Estudié las canciones que me gustaban y las puse en orden. ¡Quizás cuanto me demoré en esa pega! En esa época rayaba con Greenday, Los Fabulosos Cadillacs, Cypress Hill, Stone Temple Pilots, Red Hot Chilli Peppers. Ninguno me gusta el día de hoy.
Luego me vino la locura por la onda disco. Abba y Gloria Gaynor. A los 18 gané en una presentación de colegio con una coreografía de Gloria Gaynor. Ahora está trillado, pero en ese entonces Priscilla, la Reina del Desierto había salido hace poco e hicimos la coreografía de I will Survive. Ganamos. 
A los 19 gané una entrada liberada a la Excálibur del Quisco (¡fino!) por ganar una competencia de baile arriba de la barra. Fue cuático. Esa debe haber sido la época en que en realidad bailaba cualquier cosa. Varias cosas chulas, como “Suavemente” o “Livin’ la vida Loca”.
A los 18 empecé a ir a la Blondie. Duro y parejo. Donde tocaban la misma música que escuchaba en mi pieza pero a todo chancho. Pulp, Suede, Morrisey, Blondie. También las fiestas Kitch. Iba hasta mi toque de queda y no paraba de bailar y lo mejor era que nadie te sacaba a bailar. Curiosamente, la última vez que fui a la blondie fue el mismo día que me puse a pololear con Daniel. De todas formas se chacreó cuando ya no se podía ni entrar.
A los 21 mientras viví en Inglaterra, casi todos los sábados que estuve en Londres con mi amiga Sarah fuimo al Pitcher & Piano de Islington. Y bailábamos hasta que cerraban. Ese era mi playlist favorito: tocaban “I want you back” de los Jackson 5, “Get your Rocks off” de Primal Scream, “Living on a Prayer” de Bon Jovi, “Summer of the 69” de Bryan Adams, “Cause I was High” de Afroman, “Bootilicious” de Destiny’s Child, “Highway to Hell” de AC/DC, “We will Rock you” de Queen. En fin, la mezcla era rara pero todo se podía bailar y tarareas. Hasta Daniel bailó cuando fuimos.
Y de vuelta en Chile con mi amigui íbamos al Club Miel y pasaba piola. Me acuerdo de una de las mejores fiestas a las que he ido en mi vida. Fue para el cumpleaños número 50 del papá de un amigo y encarpó la casa y todo, pero no había DJ. Y ahí estuve, Gabi DJ, y fue todo un éxito. Porque este caballero tenía más discos que una radio. En general, pelábamos tanto la música con mi amigui que empezamos a hacer nuestros playlists y a hacer fiestocas en la casa de la playa. Ahí además se vino mi matrimonio y el placer de hacer mi playlist con Daniel. Después de la fiesta tuve que irme a pie pelado a la casa.
Y después los bailes han sido más que nada casualidad. Mis amigos no son muy buenos para bailar y por mucho que intenté en nuestro departamento ofrecí varias fiestas, que nunca tereminaron en bailoteo. A lo más un precalentamiento. Acá en Inglaterra bailé por pega (con alumnos), en Gales en una fiesta de los suegros de una amiga americana de Daniel, muy cool; y en el pub irlandés, embarazada. Pero no paré. Ese día Daniel quedó para adentro. Ahí, en un acto de generosidad, se dio cuenta lo mucho que me gustaba bailar y lo poco que me alentaba para hacerlo. De alguna forma se sientió mal.
Pero la culpa es de uno no más. De no insistir, de sacarlo de la vida cotidiana. Yo sé que necesito mi partner. Y los tengo, pero lejos y poco. Y tengo mis playlist. Y mi sueño de hacer fiestas. Sé que hay un potencial en mí. De ser DJ. Nada pretencioso, simplemente pop y rock, clásicos y modernos que hace que se te muevan las patas.

Les dejo una gran canción pop bailable, versión de la ochentera "Mentiras" de Daniela Romo cantada por la cool María Daniela y su sonido lasser.

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