domingo, 7 de noviembre de 2010

Sobre por qué decidí ser mamá

Ayer Daniel me preguntó por qué decidí ser mamá y qué se sentía. Por un momento no recordaba por qué decidí serlo. Me acordaba de una noche compartiendo vino y cigarros con él planteándole la idea y él diciéndome que también lo había pensado y que creía que era una buena idea. Me acuerdo que hablamos por varias horas pero no lograba visualizar las razones por la cual decidimos ser padres. Sé que no era por instinto maternal o porque sentía que tenía que tener hijos porque eso es lo que me tocaba a esta edad.

Y ahora que lo he pensado ha vuelto hacia mí el plan inicial. Quise tener un hijo como una especie de inversión de amor. Así como cuando la gente tiene plata y decide comprarse una casa para después arrendarla o venderla y así ganar más plata, yo quise invertir el amor que tengo con Daniel en un proyecto de amor. Tener un hijo es multiplicar el amor que siento por Daniel, por mí, por nosotros. No sé si hace mucho sentido, pero para mí es bastante simple. Y se convirtió en un proyecto, así como uno tiene un proyecto de viajar o escribir un libro o remodelar una casa: involucra muchas tareas, esfuerzo, convicción, información, tiempo, mucho tiempo.


Y si bien yo quería ser madre, la sensación era igual de fuerte de sentir que quería que Daniel fuera papá. Alguien talentoso, sabio, tierno, multifacético, entretenido, comprometido, maduro, esforzado, generoso, que valora tanto la vida, sólo puede ser un gran padre y eso es lo que uno quiere para un hijo y para que acompañe a una madre en todo el proceso. Y si yo no hubiera tenido fe en que yo no sería una buena madre no lo hubiera sido. Y creo que lo soy, por la sencilla razón de que vivo consciente de querer ser una mejor persona y de no querer cometer los errores que han cometido mis padres y otros padres que uno se ha topado en la vida. Y soy determinada, trabajadora, matea y cada vez más relajada.

Entendiendo como éramos, sabía que criaríamos a un hijo feliz, sano y le daríamos la confianza para que crezca independiente y con alta autoestima. Mi visón de hijo es un niño interesado por las cosas, sociable, entretenido, con confianza en sí mismo y que quiera entregar amor y se preocupe del resto. Es por eso que me ataca, me violenta ver a madres que lo único que quieren es que su hijo dependa de ellas, que cedan felices si su hijo no quiere quedarse en el jardín o en un cumpleaños porque la madre no está; o que son felices con el crío pegado a la falda, durmiendo en la cama matrimonial, porque así se sienten necesitadas. Perdónenme, pero eso es egoísmo puro. Tener hijos para una sentirse útil es, de una forma sutil y socialmente aceptada, maltrato. Mi mamá me preguntaba, ahora que Enzo comienza el destete, si me daba pena que él ya no dependiera de mí. Y si bien me da un poco de nostalgia porque dar pecho es un momento muy íntimo entre tú y tu hijo, me da mucha alegría sentir que está creciendo para ser un niño.

Y bien. Por eso decidí ser mamá. No sentí el reloj biológico asustándome con el tic tac tic tac. No me derretía viendo guaguas ajenas con ganas de querer un hijo propio. Los padres con falta de sueño, las madres monotemáticas, las historias de pañales con caca me desalentaban bastante y no fue una opción hasta que me vino esa epifanía. Debo aclarar que soy una madre monotemática con quienes quieren escuchar sólo del baby. Y a veces me parece una falta de respeto que te pregunten por la guagua y no por ti, pero asumo que es así no más. Respecto a los pañales con caca, en realidad, es como cualquier pega que tiene su lado tedioso o humillante, como ser enfermera. Es un trabajo lindo, donde ayudas al prójimo, pero también tienes que andar limpiando potos ajenos o curando heridas llenas de pus. Y sobre la falta de sueño, simplemente había que asumir que sería una etapa larga en la vida, pero si eso hubiera sido de verdad un tema a pesar de lo que me gusta dormir (y lo extraño), tampoco hubiera podido estudiar, trabajar, y estudiar y trabajar al mismo tiempo. Es cosa de recordar los periodos de exámenes.

Así que por qué NO quería ser mamá: porque me encantaba sentir una libertad absoluta de qué hacer con mi vida, que nadie depende de ti, que si quieres hacer algo vas y lo haces (con plata de por medio en muchos casos). Si digo que me gusta viajar y estar con mis amigos, con hijos sí se puede hacer pero involucra planificación y muchos más costos personales y de plata. Y vivir sin mucha planificación es algo que me da mucha satisfacción. Tampoco quería ser mamá en Chile: las jornadas laborales son larguísimas y el postnatal miserable. Tener un hijo hubiera sido para que lo criaran otros y a mí me comería la culpa.

Daniel también me preguntó qué se siente. Y es raro. Porque uno no lo piensa mucho, simplemente lo vive. Y se siente una responsabilidad enorme. Uno no quiere que le pase nada malo a tu hijo, vives en un estado de alerta constante viendo amenazas. Si te cruzas con un loquito en la calle sale la fiera en ti y quieres proteger a tu hijo con garras. Si algo le duele, te parte el alma y harás todo para que no sufra.

Ya no hay nada que yo haga o piense sin considerar a Enzo. Eso es una gran diferencia. Si quiero salir, si quiero ver una película, si quiero dormir más, si quiero quedarme despierta hasta tarde, si quiero carretear, si quiero viajar, si quiero trabajar hay que considerar el factor Enzo. Y eso es raro, porque uno ha estado acostumbrado a pensar en uno solamente. Obviamente uno siempre considera a la pareja, la familia y los amigos, pero todos son adultos con sus propias vidas que topan con la tuya con mayor o menor compromiso, pero la de tu hijo está fundida con la tuya. Y eso es intenso, fuerte. Eso te hace menos egocéntrico.

Y a pesar del cansancio que significa estar pendiente de tu hijo 24/7, de tener una vida bastante rutinaria, sentirse un poco limitada para hacer cosas que a uno le gusta cuando se le da la gana, ser madre me ha traído, como esperaba, más amor a mi vida y me enseña a disfrutar la vida de otra forma. El Enzo te llena de amor. Como te mira, como crece… su inocencia y fragilidad te enternece y te da fuerzas, su entrega incondicional, sus sonrisas por absolutamente todo y nada, como va descubriendo el mundo, como practica para aprender cosas, te enseña a compartir ese estado mental de aprendizaje, de no-ego, de confianza en el otro.

Mi vida es muy distinta a hace un año atrás. El tiempo tiene un sabor distinto, es más y menos importante al mismo tiempo. Es más importante porque se siente que es menos, que al día le faltan horas y hay que hacer malabares; debo ser más eficiente y priorizar distinto, preocuparme de cultivar mis relaciones, de no olvidarme de mí, pero también de descansar cuando puedo. Y es menos importante también. No hay largo y corto plazo. Sólo hoy, quizás mañana. Un día a la vez. "One day at a time". Y millones de cosas que antes eran importantes para mí, ya no lo son tanto. No me aproblema no poder viajar o pasar más tiempo en la casa, no poder ir al cine o comer fuera, no me complico si alguien me falla, cada vez siento menos el peso de no estar trabajando (sé que lo haré eventualmente y no saco nada por urgirme ahora), me da lo mismo que mi círculo social se esté reduciendo forzadamente (creo que eso es bueno, porque es como un filtro, si una juntadera huele a "small talk", paso y he ganado nuevas amigas).

Estoy donde quiero estar, con quienes quiero estar. There's nothing I regret. Con más amor que nunca. Y seguramente, Daniel y yo somos mejores personas gracias a nuestro hijo, Enzo, que cumple 6 meses esta semana. Soy madre y se siente bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanto , gracias por compartirlo..!