domingo, 2 de enero de 2011

Años Nuevos

100_0656 Parece que nunca me han gustado los años nuevos. Siempre he sentido una presión estúpida de que hay que pasarlo increíble para el año nuevo porque así sería el año, que tenía que ser la fiesta de tu vida, y no poder participar de las celebraciones porque o no me daban permiso o mis padres me ponían la cara más larga posible si no lo pasaba con ellos. O sea, el año nuevo al final era una mezcla de lata, frustración y culpa.
Inconscientemente siempre he buscado la fiesta inolvidable, los momentos especiales en la noche de año nuevo. Una boludez. Innecesario.
Lo único que me quedaba era pasar el año nuevo en familia: comer, ver unos programas lateros de recuentos en la tele (creo que no hay nada que odie más que eso) con unas fiestas de disfraces lateras que obviamente fueron filmadas hace tiempo, darnos abrazos y siempre primero a mi papá o mi tata, ver fuegos artificiales en la tele (sin gracia) y para la casa. Ya más grande y con permiso, después de las 12 podía hacer algunas cosas. Y pasé por todo: pasar el año nuevo caminando de un carrete a otro y al final sin hacer nada, la fiesta mal promocionada donde al final no hay nadie, el carrete que no prende nunca, la fiesta en que me desmayo por ver tanta multitud (o porque no estaba pasándolo muy bien, pero no de curada). Cueks, unos tras otros. Siempre soñaba con partir a la playa, hacerla tranqui, pero mi mamá siempre insistía en que pasáramos las 12 todos juntos.

Los peores

Los peores años nuevos se los pelean los del 2000 y el 2004 El 2000, para el cambio de milenio partí a Valparaíso con una amiga a la casa del pololo de mi mejor amiga, Sarah. Sería espectacular. Fuegos artificiales nunca antes vistos y champaña en la bahía. Valparaíso ES el lugar para estar. Pero mi amiga acompañante tuvo peleas con su pololo por celular todo el día 31 y se quería ir a Santiago. No había buses así que partimos y no me quedó otra que olvidarme de mi añorado año nuevo en Valpo. Al día siguiente llamo a mi amiga para saber que felizmente se había reconciliado con su pololo y habían pasado un feliz año nuevo juntos; la Sarah me cuenta lo maravilloso que fue el carrete. Nosotros fuimos a ver los fuegos de la torre Entel con mis hermanas, papis y abuelos.
Y el del 2004fue en el Club Hípico. Armé un boche increíble con la compra de las entradas y me aseguré que fuéramos varios, para que fuera más entretenido. Llegamos y había que hacer una cola estúpida para el bar abierto. Era tanta la aglomeración que me empecé a sentir mal. Yo esperaba a un lado con amigos mientras mi entonces pololo y ahora marido, Daniel y mi amigui Sarah hacían la cola. Ahí me empecé a sentir mal. Le dije a la hermana de la Sarah que me acompañara al bar pagado a comprarme un jugo porque me estaba bajando la presión. No alcancé a llegar. Sólo que desperté en el suelo con los pies en alto, la hermana de la Sarah y su pololo hablándome y tratando que alguien me trajera una bebida. Pero las colas eran enormes  y justo ahí se derrumbó una pared del bar y todos quienes hacían cola comenzaron a empujar y quedó la embarrada. Era como una estampida humana. Y no había rastro de Daniel o la Sarah. Y yo todavía en una orilla atarantada. Le rogué a alguien que en la estampida se peló unas botellas de pepsi, que me diera un vaso por favor. Lo hizo de mala gana. Y los celulares no funcionaban. Solo después de un par de horas nos encontramos con la Sarah y Daniel. Yo y Daniel partimos a mi casa y el resto se quedó bailando. Todo mal.
El año siguiente, lo más sano fue enfrentar a mi madre y decirle lo poco que me importaba el año nuevo y lo poco que me gustaba Santiago para esa fecha. Y partí a la playa con mi amiga Sarah. Nadie más, sólo su familia. Cenamos, fuimos a ver los fuegos artificiales a la caleta y ya a las 2 de la mañana figurábamos acostándonos, copuchando en la cama con una copa de champaña en la mano. Nada de expectativas, ni pasar la noche de largo ni nada. Rico.

El mejor

100_0645 Mi año favorito fue el año 2006. Hice una fiesta en la casa de mi abuela en el Quisco. Vinieron los amigos chungungos, una amiga de Daniel de visita en Chile y una amiga de la U. En el Quisco también estaba la Sarah, así que también vino ella, su hermana y su pololo. Cenamos, luego fuimos a ver los fuegos artificiales que estuvieron bellos, bellos con la Sarah y su familia y después partimos a la casa. Nos amanecimos bailando.
Después de ese año, nunca he esperado nada del año nuevo. Lo sigo detestando ampliamente y cuando un carrete sencillo se empieza a complicar, prefiero abortar altiro. Lo que pase o no pase me es indiferente. Soy buenísima para celebrar. Busco oportunidades en todas partes: cumplemes de pololeo, o cada vez que Daniel termina un capítulo de su tesis. Pero el Año Nuevo no. I’m off New Year’s.
Este año me gustó. Fue un día totalmente normal. Preparamos un pollo al horno relleno con cous cous, con Daniel vimos un poco de comedia, conversamos, analizamos nuestro año y nos reímos compartiendo champaña y vino; luego chateamos con la familia cuando por acá ya eran las 12. Un Año Nuevo por Skype. Abrazos vituales. Sin jolgorio, ni bocinazos, ni pachanga. Sólo buena compañía.
Feliz 2011 a todos.

2 comentarios:

Carolina dijo...

Gabi, somos almas gemelas de año nuevo. No quiero ni acordarme de las noches espantosas cuando mis viejos me arrastraban a sus carretes donde me obligaban a dormir en casas ajenas, y a ver a muchos adultos tipsis hablando leseras. Recuerdo todo eso como una serie de pesadillas, que me llevaron a detestar el año nuevo por siempre. El recién pasado no fue mejor, un carrete con gente que no conocía, un par de desaires, y caña al otro día. Lo único bueno fue que por primera vez pude decidir yo sola que hacer. Y aún asi las caras largas de mis viejos me amargaron la pequeña emancipación. Si, odio el año nuevo. Ojalá que el próximo sea mejor.

Gabi dijo...

Sé que no son pocos quienes detestan esa fecha, pero aún así sentimos que hay que hacer algo. Tu misma dices, ojalá que el próximo sea mejor. Pero... da lo mismo. Que sea no más. Como salga.
Que lata lo de tus viejos. Me pongo en el lugar de Enzo y ojala no se sienta así por nuestros carretes.